Hace unos días terminé de leer el libro de Morgan Housel “The Psychology of Money“. Uno de sus capítulos empieza con una frase que se me quedó grabada en la cabeza: “No eres una hoja de cálculo. Eres una persona”.
Una frase breve y simple, pero que me hizo pensar mucho. Así son los libros. Contienen frases que te remueven por dentro. De hecho, esta frase me impactó tanto que he decidido escribir un pequeño artículo. Porque creo que, aunque la frase es corta, dice muchísimo.
La trampa del Excel
Nos gusta jugar con el Excel. Nos quedamos fascinados al ver cómo crece el dinero invertido en el mercado de valores en el transcurso de 20 o 30 años.
Hacerse rico no parece tan difícil cuando lo ves desde la perspectiva de una hoja de cálculo. Basta con hacer unas pocas simulaciones y nos daremos cuenta de las maravillas del interés compuesto, especialmente si hacemos las pruebas con rentabilidades altas.
Pero sería pretencioso por nuestra parte creer que podemos optar a grandes beneficios sin asumir grandes riesgos. Las altas rentabilidades solo pueden venir acompañadas de un riesgo que revuelve el estomago.
Por otro lado, asumir un alto riesgo para optar a una mayor rentabilidad, no siempre sale bien. Las probabilidades de sufrir grandes pérdidas a corto plazo aumentan. En esas situaciones es más fácil perder la perspectiva y tomar alguna decisión emocional que perjudique la rentabilidad a largo plazo de la cartera.
Una hoja de cálculo puede soportarlo todo, el cerebro de un ser humano, NO.
Por muy arriesgada que sea la inversión que simulemos, el Excel nunca se desviará del plan que le hemos marcado. Una hoja de cálculo no toma decisiones emocionales y, en consecuencia, mantiene el rumbo hasta llegar a la meta.
Pero los seres humanos no somos hojas de cálculo. Somos seres racionales que a menudo tomamos decisiones emocionales.
Una hoja de cálculo NO tiene personas a su cargo. NO tiene un trabajo que mantener. NO siente pánico cuando se produce una caída del 40% en el mercado de valores.
Pero un ser humano, SÍ tiene personas a las que no quiere defraudar. SÍ tiene miedo a perder unos ingresos estables. SÍ dudará de su plan si su cartera sufre graves pérdidas. Y lo más importante de todo, SI, la vida de un ser humano esta impregnada de incertidumbre.
Somos humanos, no somos programas informáticos. La cartera con mayor rentabilidad esperada jamás será apropiada si no te deja dormir bien por las noches.
Una cartera para mantener el rumbo
Dedicamos mucho tiempo a buscar e investigar aquellas estrategias que nos ofrecen las rentabilidades potenciales más altas, pero apenas dedicamos tiempo a reflexionar sobre si esas estrategias son adecuadas para nosotros.
La historia no se cansa de demostrar que son pocas las personas que aguantan a largo plazo los altibajos que supone invertir en una cartera compuesta únicamente por acciones. Y es que, es muy difícil mantener la cordura cuando el valor de tu cartera cae a plomo mientras el mundo parece irse a la mierda.
La correlación entre rentabilidad y riesgo es incuestionable. Es imposible optar a una alta rentabilidad si no se asume un alto riesgo.
Pero existe otra correlación que a menudo no le damos la importancia que se merece o la pasamos por alto: la correlación entre rentabilidad y la capacidad de mantener el rumbo en tiempos revueltos.
Precisamente por esta última correlación, considero que una estrategia enfocada solo en acciones no es para mí. Por eso, mi cartera indexada está diversificada en 4 clases de activos: acciones, REITs, bonos gubernamentales y TIPs.
Quizás no sea la estrategia perfecta, ni la más rentable. Pero es una estrategia con la que me siento cómodo y con la que aumento las probabilidades de mantener el rumbo en los peores momentos. Al fin y al cabo, no soy una hoja de cálculo, soy un ser humano.